Yunus, el banquero de los 10 pesos

Mohammed Yunus era un profesor de economía en Bangladesh e iba a pasar su vida en la sala de clases. Pero una hambruna y el encuentro con una campesina le cambiaron la vida. Gracias a eso, él y su "banco de la aldea" ganaron el Nobel.

Foto Yunnus, el banquero de los 10 pesos

Mohammed Yunus llevaba una carrera prometedora tras estudiar economía en la universidad de su ciudad natal, Chittagong, en Bangladesh. Se había transformado en profesor de la misma a los 22 años y a los 25 ya tenía una beca Fulbright que le permitía viajar a estudiar y doctorarse en Estados Unidos.

A su regreso en el año 1972, cuando cumplía 32 años, era nominado como jefe de la carrera en su universidad.

Pero en 1974 una terrible hambruna asoló el país y de pronto, en la mitad de la ciudad que es el centro comercial del país, que cuenta con un gran puerto y muchas riquezas, comenzaron a aparecer los pobres.

"Tratamos de ignorarlos pero la gente que estaba flaca como esqueleto comenzó a aparecer en la capital, Dhaka. Luego esta especie de gotera se transformó en una inundación. La gente hambrienta estaba en todas partes. A veces se sentaba tan quieta que uno no sabía si estaban vivos o muertos. Todos se veían igual: hombres, mujeres, niños. Los viejos parecían niños y los niños se veían como viejos", contaba.

Mientras eso pasaba, él seguía enseñando, aunque se sentía muy mal: "Mientras la gente se estaba muriendo de hambre en las calles, yo estaba enseñando elegantes teorías económicas. Comencé a odiarme por la arrogancia de pretender que yo tenía las respuestas. Nosotros los profesores universitarios éramos tan inteligentes, pero no sabíamos nada de la pobreza que nos rodeaba".

Su pregunta básica era "¿por qué la gente que trabajaba 12 horas al día, siete días a la semana, no tenía suficiente comida para alimentarse? Decidí que serían los propios pobres los que me enseñarían y comencé a estudiarlos e interrogarlos acerca de sus vidas".

La clave del bambú

Una de las personas que le dio la respuesta clave fue una mujer que fabricaba pisos de bambú. Como no tenía dinero para comprar materiales, cada día solicitaba un préstamo equivalente a 150 pesos chilenos; luego de trabajar todo el día y pagar a quien le había prestado, sólo le quedaban 10 pesos para ella.

La conclusión llegó rápida: "Su pobreza no era un problema personal debido a flojera o falta de inteligencia, sino que era algo estructural: falta de capital. El sistema existente impedía a los pobres ahorrar y por lo tanto no podían invertir en tener mejores condiciones".

Muy pronto buscó a otras 42 mujeres en la misma condición y les pasó el dinero que necesitaban, sin cobrar intereses ni indicarles cuándo tenían que devolverlo. "Yo no me veía como un banquero, sino como el liberador de 42 familias", explicó.

Sin embargo, como se dio cuenta que no era práctico seguir así, comenzó a buscar apoyo en los bancos, donde sólo encontró a personas que se reían de su idea: si no había una garantía para un crédito, éste no podía concederse.

De allí que, junto a sus estudiantes, comenzó en el mismo barrio en que se ubicaba la universidad, Jobra, con su idea de dar microcréditos.

Entre 1976 y 1979 ya había otorgado 500 mientras seguía dictando sus clases e intentando que el Banco Central le aprobara su idea. Finalmente, en ese último año fue aprobada y nació el Grameen Bank, que significa "banco de la aldea".

Cuatro años más tarde ya contaba con 59 mil clientes y 86 oficinas de atención, por lo que Yunus decidió dejar las clases en la universidad para sólo dedicarse a su pasión.

¿Cómo funciona?

Una de las características de este banco es que no parece tal. Sus oficinas en los pueblos no tienen teléfonos ni computadores, ya que son los ejecutivos los que van a ver a los clientes y no al revés.

Más del 95 por ciento de sus clientes son mujeres y quienes reciben los préstamos siempre son integrantes de un grupo de cinco personas que se apoyan entre ellos, ya que si uno deja de pagar, todos entran en problemas.

Al hacerse clientes manifiestan su apoyo a 16 principios básicos, entre los que se cuentan "enviar a los niños a la escuela" o "comer verduras que uno mismo ha sembrado y cosechado", lo cual ayuda a mejorar a la comunidad no sólo con el dinero que reciben, sino que con sus propias actuaciones.

Finalmente, lo más interesante es que el 90% del banco es de propiedad de los propios clientes, mientras que el resto es del Banco Central del país y que tienen un alto porcentaje de pago de parte de ellos: normalmente en torno al 95% de los clientes pagan anticipadamente o en el plazo normal sus deudas.

Premio Nobel

Seguramente todo esto fue lo que tuvo a la vista el Comité Noruego del Premio Nobel le entregara el Premio Nobel de la Paz en 2006, tanto a Yunus como al banco.

Para justificarlo para esta categoría del premio y no la ligada a lo económico, los encargados explicaron que "cada persona en la Tierra tiene tanto el potencial como el derecho a vivir una vida decente. A través de las culturas y las civilizaciones, Yunus y el Grameen Bank han mostrado que incluso el más pobre de los pobres puede trabajar para conseguir su propio desarrollo".

Agregaron que "el micro crédito ha probado ser una fuerza liberadora importante en las sociedades donde las mujeres en particular tienen que luchar contra condiciones económicas y sociales represivas. El crecimiento económico y la democracia política no pueden alcanzar su potencial máximo a menos que la mitad femenina de la Humanidad participe en igualdad con los hombres".

Al recibir el premio y anunciar que donaría su parte a los pobres, Yunus declaró que su único mensaje es que "la pobreza en el mundo es una creación artificial. No pertenece a la civilización humana y podemos cambiarla, podemos hacer que la gente salga de la pobreza. Lo único que tenemos que hacer es rediseñar las instituciones y políticas y así no habrá personas sufriendo de pobreza".

Porque a diferencia del principio cuando desde la sala de clases veía pasar a los pobres, ahora Yunus ya sabe que cada persona tiene las herramientas para crecer y avanzar. Sólo tiene que saber cómo usarlas. Ahí está la tarea que viene.

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